31 de diciembre de 2020.
Por: Leandro Vesco.
"Ni los animales quieren tomar el agua que sale de las canillas", afirma Prudencio Villanueva, de 70 años, vecino de El Chacho, un pueblo cordobés olvidado sobre la línea de frontera con La Rioja. La única manera de acceder es saliendo de la primera provincia para entrar por la segunda y finalmente volver a cruzar la frontera hasta llegar a la pequeña y semana localidad de 300 habitantes. "Tenemos agua porque todas las semanas desde Milagro (La Rioja) nos traen un camión cisterna", afirma el vecino. "Se han olvidado de nosotros", confiesa.
El Chacho forma parte de un mapa acostumbrado a los abandonos y postergaciones. La pobreza es de base e histórica. "No hay fuentes de trabajo", afirma Bruno Suárez, periodista del diario El Diario de Carlos Paz, quien hace varios años explora los caminos solitarios de Córdoba. A 275 kilómetros de la capital, el pueblo está en la entraba a las Salinas Grandes, que comparte esta provincia con Catamarca y La Rioja. "Son pueblos que siempre estuvieron olvidados", reclama Suárez.
El problema del agua no es menor, ni el único, aunque sí el que más preocupa a los vecinos. "Una vez por semana desde Milagro nos dan un viaje de agua", explica Villanueva, acaso poéticamente para graficar la ausencia del vital líquido. El vecino municipio riojano es la salvación. Dejan el agua en una pileta, al aire libre. "La usan para los animales, y para cocinar", cuenta Suárez. "Para beber, la filtran o la hierven, no queda otra", explica.
Las distancias son muy grandes, la relación con La Rioja es vital. El Chacho está dentro del departamento Minas. Milagro está a 40 kilómetros. San Carlos Minas, la localidad cabecera, a 120 kilómetros. Serrezuela es el pueblo cordobés más cercano, a 35 kilómetros, pero forma parte del departamento Cruz del Eje. "La mitad de la población de El Chacho vota en La Rioja, la otra mitad, en Serrezuela", cuenta Suárez para fundamentar los motivos del olvido de parte de su propio departamento. "Tenes que sumarle que la atención médica es irregular, cada tanto viene un médico", sentencia Suárez.
Trabajo
"Los que pueden se van a trabajar a Milagro, y algunos a Serrezuela, otros por pueblos vecinos", afirma Suaréz. El calor es abrasivo, la tierra, cuarteada por la escasez de lluvia, los animales de corral se pasean por las calles polvorientas, buscando poder alimentarse. El agua que sale de la napa de El Chacho no es potable, "es intomable", asegura Villanueva. "Toda la vida tuvimos este problema, antes ni siquiera teníamos luz", afirma. Recién en 2010, el siglo XX hizo su aparición en el pueblo, con la electricidad.
"Hizo 50 grados, el calor fue insoportable", confiesa Suárez. El martes 24 de noviembre fue a visitar el pueblo. "Muchas veces llevo agua embotellada", un elemento considerado casi como un tesoro. "La gente sobrevive con la venta de alguna gallina, un cabrito", afirma. La economía es básica, el dinero, al igual que el agua, son difíciles de conseguir. El régimen de lluvia anual es de 280 mm. Un año bueno, 400 mm.
"Es muy difícil solucionar el problema del agua", asegura Graciela Mansanarez, legisladora del Departamento Minas. "A pesar de eso, en el 2010 se hizo una planta de ósmosis inversa", aclara. Sin embargo advierte que de la única manera que funcione bien, es con el recambio regular de los filtros, por el alto valor de salitre que tiene el agua, que supera a la del mar. "El mantenimiento es costoso", confiesa. No puede precisar cuándo fue la última vez que se hizo. Por esta razón, la Dipas (Dirección Provincial de Agua y Saneamiento) envía un camión cisterna con agua potable desde Cruz del Eje, a 80 kilómetros de distancia.
"Son distancias grandes, a veces no llega con la regularidad ideal", afirma la legisladora. Una solución está a la vista: un acueducto que llevará agua potable desde el Dique Pichanas (una parte es de Cruz del Eje, y otra más pequeña de Minas) hasta El Chacho y Milagro, ya en La Rioja. La obra, de gran envergadura tendría una longitud de más de 50 kilómetros. "Está paralizada", comenta Suárez. Los materiales están en la sala comunal del pueblo. Para la legisladora, la obra "avanza, pero algo lenta por la pandemia". Los caños están a apenas 10 kilómetros de El Chacho.
Escasa comunicación
La localidad, al igual que el resto de los parajes y pueblos del departamento Minas, tienen escasa comunicación terrestre, y sus economías son atrasadas. Agua de Ramón y Piedras Blancas son pueblos como El Chacho. Se trata de caseríos rodeados de tierra árida. "Todos tienen problemas de agua, algunos habitantes se han enfermado por tomarla en mal estado", asegura Suárez, conocedor de estos caminos. En la zona hubo bosques de quebracho, que fueron talados para llevar carbón a los trenes bonaerenses a principios de siglo XX. La actividad minera fue importante, desde aquí se extraía la piedra granito, pero muchos yacimientos ya se han agotado.
"Los límites políticos son antojadizos, para nosotros Chacho es parte de nuestra identidad", afirma Jorge Salomón, Intendente del departamento General Ocampo, que incluye a Milagro. "Esos límites -repite- son sólo para los mapas, para nosotros es una obligación ayudarlos", afirma. "Tenemos la solidaridad del agua", acuerda. En una zona de histórica carencia de este vital elemento, los pueblos se han hermanado para compartirlo. "Si le falta agua a Chacho, nos falta a nosotros", replica.
Se habla de la región de los llanos riojanos. "Estos son territorios de los caudillos federales", afirma. El Chacho, se llama así del lado cordobés y Chacho del riojano, ambos hacen referencia a un prócer de estas tierras solitarias, Ángel Vicente Peñaloza, uno de los grandes líderes populares que se levantó en armas contra el centralismo de Buenos Aires. Incluso en el pueblo existe un monumento que lo recuerda. Se llama así porque allí tenía un refugio que usaba para escapar de las fuerzas unitarias.
"Llevarle agua a Chacho es una obligación", reafirma Salomón. La propia Milagro, de 3500 habitantes, no escapa al problema hídrico, el agua que beben sus habitantes llega del Dique de Anzulón, a 40 kilómetros. Esperan con ansiedad la llegada del acueducto cordobés. El agua que le dan a El Chacho, la buscan de una napa que está a más de cien metros de profundidad, que tratan en una planta de ósmosis inversa. "En la cuarentena hicimos un convenio de libre tránsito entre la frontera", asegura el jefe comunal riojano que le permite a los 300 habitantes de El Chacho tener agua. "Tenemos solidaridad del agua", repite. No hay grietas en estos rincones olvidados del mapa.
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