30 de agosto de 2015.
Por: Juan Pablo Bustos Thames.
En presencia de importantes personalidades y recorriendo 10 kilómetros, la locomotora "La porteña" hizo su debut en 1857, saliendo de Plaza Lavalle. Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del periplo.
Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del viaje inaugural de la locomotora "La Porteña", que en 1857 hizo su primer trayecto conducida por un convoy entre la estación del Parque (lo que hoy sería la Plaza Lavalle) y la localidad de Floresta. Antes de adentrarnos en los detalles de este histórico periplo, repasemos qué estaba sucediendo en el país al momento en que se llevó a cabo este acontecimiento.
El 28 de junio de 1853 asumió la gobernación de Buenos Aires el Dr. Pastor Obligado, en difíciles circunstancias. Hacía apenas un año que había caído Juan Manuel de Rosas, luego de la Batalla de Caseros (3 de Febrero de 1852).
Simultáneamente, retornaban a Buenos Aires los antiguos emigrados que, perseguidos por el régimen rosista, tenían muchos prejuicios y resquemores con respecto al nuevo hombre fuerte del país, el general Justo José de Urquiza. Muchos temían que el entrerriano se transformara en un nuevo tirano, tal vez peor que el que se acababan de sacar de encima.
A fines de 1852, aprovechando que Urquiza se encontraba fuera de Buenos Aires, una extraña alianza conformada por antiguos rosistas y los viejos emigrados unitarios, recién retornados, tomó el poder y constituyó el "Estado de Buenos Aires": una entidad separada del resto de la "Confederación Argentina". La sola sospecha de que el país se unificara y que Buenos Aires perdiera la gestión del puerto y el manejo de la aduana, hizo aglutinar a casi todo el espectro político porteño, en contra del victorioso general entrerriano, que era apoyado por el resto de las provincias.
De este modo empezaba un grave conflicto y una secesión que duraría diez años. Con posterioridad, las provincias confederadas (sin la participación de Buenos Aires) sancionarían la Constitución Nacional, el 1º de Mayo de 1853. Buenos Aires sancionaría la suya al año siguiente. Los roces, enfrentamientos, sitios y bloqueos entre el Estado bonaerense y la Confederación fueron, a partir de entonces, permanentes; y cosa de todos los días.
En medio de este tumultuoso panorama, el gobernador Pastor Obligado empezó a encarar una serie de reformas y adelantos en Buenos Aires, principalmente con los ingresos de la aduana; que no tenía que compartir con el resto de las provincias. Fue paulatinamente convirtiendo los viejos fuertes de frontera en poblados. Serían el germen de muchas de las actuales ciudades bonaerenses. Fundó escuelas primarias, y comenzó las obras para proveer el servicio de agua potable a la capital; así como el alumbrado público, mediante gas.
La capital pasaba, rápidamente, de ser la simple aldea rural que había dejado Rosas, a transformarse en una urbe cosmopolita, al mejor estilo europeo. Para el 14 de octubre de 1855 el gobernador, con su gabinete, presenciaron la primera transmisión telegráfica, realizada por Adolphe Bertonnet, un armero francés, mediante una línea tendida entre el Hotel de Provence (ubicado en calle San Martín Nº 365) y un local donde el italiano Luigi Bartoli ofrecía daguerrotipos (fotografías de entonces), frente a la actual Plaza de Mayo.
El 9 de enero de 1854 la Comisión de Hacienda de la Legislatura presentó un proyecto para construir un ferrocarril (una gran novedad en el campo del transporte), para comunicar Buenos Aires, con los poblados del Oeste. El ferrocarril tuvo importantes impulsores en Juan Bautista Alberdi, Faustino Domingo Sarmiento y hasta el propio Urquiza, del lado de los "confederados". El 12 de enero Obligado otorgó a la Sociedad Caminos de Hierro de Buenos Aires al Oeste la concesión para realizar la obra. Esta sociedad, conformada por comerciantes de la ciudad, bregaba desde el año anterior, en la necesidad de traer los trenes; pues, darían un gran impulso al transporte de pasajeros y de carga, y serían una importante muestra del poderío porteño frente a la Confederación Argentina.
A poco de iniciar las obras, la sociedad pidió que el futuro tren no funcionara con locomotoras a vapor; pues era mejor "emplear el caballo, tan barato en el país, en lugar del carbón fósil, tan caro en él". Era más económica la tracción a sangre, abundante en la pampa, a importar carbón, para calentar las calderas de las máquinas. La concesionaria dudaba de la rentabilidad de su emprendimiento; pues no se sabía qué acogida iba a tener el nuevo medio de transporte, en una sociedad no acostumbrada a los adelantos modernos. Parece que esta petición no tuvo respuesta favorable, toda vez que los concesionarios debieron importar, de todos modos, locomotoras a vapor.
La Legislatura aprobó la donación de los terrenos públicos necesarios para el tendido de las vías, y la construcción de las estaciones; así como beneficios impositivos para el concesionario, y la posibilidad de que las maquinarias se importaran libres de derechos. Para el emprendimiento se contrataron ciento cincuenta obreros y tres ingenieros extranjeros (uno de ellos, Guillermo Bragge, había construido el primer ferrocarril de Río de Janeiro).
La primera estación ferroviaria argentina se denominaba "Parque", y estaba ubicada donde hoy funciona el Teatro Colón (Tucumán y Cerrito). El tendido de las vías cruzaba la actual plaza Lavalle, y proseguía hacia el Oeste por la calle del mismo nombre, atravesaba Callao, y tomaba la diagonal Enrique Santos Discépolo (entonces Rauch), doblaba hacia el Oeste por Av. Corrientes hasta llegar a Av. Pueyrredón; donde giraba hacia el Sur, para llegar a la actual estación de Once; desde allí continuaba el trayecto del actual Ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento, hasta arribar al entonces pueblo de Floresta, al Oeste de la actual ciudad de Buenos Aires; donde quedaba la estación terminal del recorrido. Era un trayecto de más de trece kilómetros de vías férreas.
Mientras avanzaban las obras, el 25 de diciembre de 1856 arribaba al puerto de Buenos Aires la primera locomotora destinada al flamante ferrocarril, fabricada por The Railway Foundry, Leeds, en Inglaterra. Es controvertido su origen. Raúl Scalabrini Ortiz sostiene que "había sido construida para la India y empleada en el sitio de Sebastopol, durante la guerra de Crimea. La difusión de la trocha ancha entre nosotros (poco habitual en el mundo) se debe a esa circunstancia fortuita)". Otros creen que la máquina vino directamente de Inglaterra, sin pasar por la península de Crimea. No faltan quienes creen que se trataba de un equipo obsoleto; adquirido como baratija por la "Sociedad Caminos de Hierro de Buenos Aires al Oeste", ante la imposibilidad de desarrollar los trenes tirados por caballos, como era su idea originaria.
Un carro tirado por treinta bueyes acarreó la locomotora desde el puerto hasta la estación del Parque. Pesaba 15.750 kgs., viajaba a 25 km/h., y prestó servicios por más de cuarenta y tres años. Cuando hubo que darle un nombre, las autoridades no dudaron. En pleno conflicto con el resto de las provincias, decidieron reivindicar exclusivamente, para sí, la llegada de este gran adelanto. La bautizaron la "Porteña".
Los vagones de pasajeros eran cuatro coches lujosos y de madera. Tenían cuatro ejes y estaban iluminados con lámparas de aceite. Albergaban a treinta pasajeros cada uno y se ingresaba por una entrada lateral, en medio de cada vagón. Aún puede verse uno de ellos, junto a la primera locomotora criolla, en el Complejo Museográfico Provincial "Enrique Udaondo" de Luján. Había también doce vagones de carga, también de madera, con capacidad para transportar hasta cinco toneladas cada uno.
La máquina vino con los primeros maquinistas: los hermanos ingleses John y Thomas Allan; quienes capacitaron a los que operarían el tren.
Algunos hechos vandálicos de los inadaptados de siempre casi frustraron el debut de la porteña. Pese a ello, todo estuvo listo para el viaje inaugural, previsto para el día sábado 29 de agosto de 1857. La jornada había amanecido soleada y prometía lo mejor. En la Estación del Parque, estaban presentes, con sus mejores galas, el gobernador Pastor Obligado, y varias celebridades de entonces: Valentín Alsina, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sársfield, Estanislao del Campo y los directivos de la concesionaria. Engalanaba el evento la presencia del cacique José María Yanquetruz, luciendo un llamativo uniforme militar argentino. Luego de la Misa, se bendijeron las locomotoras: la "Porteña" y su gemela, la "Argentina", llegada al poco tiempo, después que su hermana.
Luego del servicio religioso y de los discursos de rigor, partió la "Porteña", decorada con banderas y paños alegóricos, conducida por el italiano Alfonso Covazzi, que también ofició de fogonero. Una multitud, entusiasmada, despidió a la primera formación, que desde Plaza Lavalle se dirigía a Floresta. Al arribar el tren al entonces pueblo de San José de Flores, lo recibió una muchedumbre de curiosos, y una banda militar, con los marciales acordes de la "Marcha a Lavalle".
El viaje prosiguió, sin inconvenientes, hasta la estación terminal del recorrido, en Floresta. Allí también un numeroso público esperó al convoy. En festejo por la exitosa experiencia, la empresa homenajeó a los pasajeros con un refresco, en un restaurante cercano.
Al día siguiente, se habilitaba el servicio para el público en general. Al principio había dos frecuencias diarias en ambos sentidos. Con posterioridad, se agregó una frecuencia nocturna. El pasaje costaba diez pesos en primera clase y cinco, en segunda (en vagón descubierto). Durante ese año de 1857 el primer tren argentino transportó 56.190 pasajeros y 2.257 toneladas de carga. Más del 33 % de los entonces 170.000 habitantes de Buenos Aires habían usado el ferrocarril, en su año inaugural.
Así se introducía, en nuestro país, un moderno, económico y eficaz medio de transporte, que contribuiría a que la Argentina se posicionara, pocos años después, como un país próspero, pujante y un ejemplo para Sudamérica.
El autor es abogado e ingeniero. Autor de diversos libros sobre historia argentina.
http://www.infobae.com/2015/08/31/1751793-historia-secretos-del-primer-viaje-tren-argentina/
Por: Juan Pablo Bustos Thames.
En presencia de importantes personalidades y recorriendo 10 kilómetros, la locomotora "La porteña" hizo su debut en 1857, saliendo de Plaza Lavalle. Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del periplo.
Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del viaje inaugural de la locomotora "La Porteña", que en 1857 hizo su primer trayecto conducida por un convoy entre la estación del Parque (lo que hoy sería la Plaza Lavalle) y la localidad de Floresta. Antes de adentrarnos en los detalles de este histórico periplo, repasemos qué estaba sucediendo en el país al momento en que se llevó a cabo este acontecimiento.
El 28 de junio de 1853 asumió la gobernación de Buenos Aires el Dr. Pastor Obligado, en difíciles circunstancias. Hacía apenas un año que había caído Juan Manuel de Rosas, luego de la Batalla de Caseros (3 de Febrero de 1852).
Simultáneamente, retornaban a Buenos Aires los antiguos emigrados que, perseguidos por el régimen rosista, tenían muchos prejuicios y resquemores con respecto al nuevo hombre fuerte del país, el general Justo José de Urquiza. Muchos temían que el entrerriano se transformara en un nuevo tirano, tal vez peor que el que se acababan de sacar de encima.
A fines de 1852, aprovechando que Urquiza se encontraba fuera de Buenos Aires, una extraña alianza conformada por antiguos rosistas y los viejos emigrados unitarios, recién retornados, tomó el poder y constituyó el "Estado de Buenos Aires": una entidad separada del resto de la "Confederación Argentina". La sola sospecha de que el país se unificara y que Buenos Aires perdiera la gestión del puerto y el manejo de la aduana, hizo aglutinar a casi todo el espectro político porteño, en contra del victorioso general entrerriano, que era apoyado por el resto de las provincias.
De este modo empezaba un grave conflicto y una secesión que duraría diez años. Con posterioridad, las provincias confederadas (sin la participación de Buenos Aires) sancionarían la Constitución Nacional, el 1º de Mayo de 1853. Buenos Aires sancionaría la suya al año siguiente. Los roces, enfrentamientos, sitios y bloqueos entre el Estado bonaerense y la Confederación fueron, a partir de entonces, permanentes; y cosa de todos los días.
En medio de este tumultuoso panorama, el gobernador Pastor Obligado empezó a encarar una serie de reformas y adelantos en Buenos Aires, principalmente con los ingresos de la aduana; que no tenía que compartir con el resto de las provincias. Fue paulatinamente convirtiendo los viejos fuertes de frontera en poblados. Serían el germen de muchas de las actuales ciudades bonaerenses. Fundó escuelas primarias, y comenzó las obras para proveer el servicio de agua potable a la capital; así como el alumbrado público, mediante gas.
La capital pasaba, rápidamente, de ser la simple aldea rural que había dejado Rosas, a transformarse en una urbe cosmopolita, al mejor estilo europeo. Para el 14 de octubre de 1855 el gobernador, con su gabinete, presenciaron la primera transmisión telegráfica, realizada por Adolphe Bertonnet, un armero francés, mediante una línea tendida entre el Hotel de Provence (ubicado en calle San Martín Nº 365) y un local donde el italiano Luigi Bartoli ofrecía daguerrotipos (fotografías de entonces), frente a la actual Plaza de Mayo.
El 9 de enero de 1854 la Comisión de Hacienda de la Legislatura presentó un proyecto para construir un ferrocarril (una gran novedad en el campo del transporte), para comunicar Buenos Aires, con los poblados del Oeste. El ferrocarril tuvo importantes impulsores en Juan Bautista Alberdi, Faustino Domingo Sarmiento y hasta el propio Urquiza, del lado de los "confederados". El 12 de enero Obligado otorgó a la Sociedad Caminos de Hierro de Buenos Aires al Oeste la concesión para realizar la obra. Esta sociedad, conformada por comerciantes de la ciudad, bregaba desde el año anterior, en la necesidad de traer los trenes; pues, darían un gran impulso al transporte de pasajeros y de carga, y serían una importante muestra del poderío porteño frente a la Confederación Argentina.
A poco de iniciar las obras, la sociedad pidió que el futuro tren no funcionara con locomotoras a vapor; pues era mejor "emplear el caballo, tan barato en el país, en lugar del carbón fósil, tan caro en él". Era más económica la tracción a sangre, abundante en la pampa, a importar carbón, para calentar las calderas de las máquinas. La concesionaria dudaba de la rentabilidad de su emprendimiento; pues no se sabía qué acogida iba a tener el nuevo medio de transporte, en una sociedad no acostumbrada a los adelantos modernos. Parece que esta petición no tuvo respuesta favorable, toda vez que los concesionarios debieron importar, de todos modos, locomotoras a vapor.
La Legislatura aprobó la donación de los terrenos públicos necesarios para el tendido de las vías, y la construcción de las estaciones; así como beneficios impositivos para el concesionario, y la posibilidad de que las maquinarias se importaran libres de derechos. Para el emprendimiento se contrataron ciento cincuenta obreros y tres ingenieros extranjeros (uno de ellos, Guillermo Bragge, había construido el primer ferrocarril de Río de Janeiro).
La primera estación ferroviaria argentina se denominaba "Parque", y estaba ubicada donde hoy funciona el Teatro Colón (Tucumán y Cerrito). El tendido de las vías cruzaba la actual plaza Lavalle, y proseguía hacia el Oeste por la calle del mismo nombre, atravesaba Callao, y tomaba la diagonal Enrique Santos Discépolo (entonces Rauch), doblaba hacia el Oeste por Av. Corrientes hasta llegar a Av. Pueyrredón; donde giraba hacia el Sur, para llegar a la actual estación de Once; desde allí continuaba el trayecto del actual Ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento, hasta arribar al entonces pueblo de Floresta, al Oeste de la actual ciudad de Buenos Aires; donde quedaba la estación terminal del recorrido. Era un trayecto de más de trece kilómetros de vías férreas.
Mientras avanzaban las obras, el 25 de diciembre de 1856 arribaba al puerto de Buenos Aires la primera locomotora destinada al flamante ferrocarril, fabricada por The Railway Foundry, Leeds, en Inglaterra. Es controvertido su origen. Raúl Scalabrini Ortiz sostiene que "había sido construida para la India y empleada en el sitio de Sebastopol, durante la guerra de Crimea. La difusión de la trocha ancha entre nosotros (poco habitual en el mundo) se debe a esa circunstancia fortuita)". Otros creen que la máquina vino directamente de Inglaterra, sin pasar por la península de Crimea. No faltan quienes creen que se trataba de un equipo obsoleto; adquirido como baratija por la "Sociedad Caminos de Hierro de Buenos Aires al Oeste", ante la imposibilidad de desarrollar los trenes tirados por caballos, como era su idea originaria.
Un carro tirado por treinta bueyes acarreó la locomotora desde el puerto hasta la estación del Parque. Pesaba 15.750 kgs., viajaba a 25 km/h., y prestó servicios por más de cuarenta y tres años. Cuando hubo que darle un nombre, las autoridades no dudaron. En pleno conflicto con el resto de las provincias, decidieron reivindicar exclusivamente, para sí, la llegada de este gran adelanto. La bautizaron la "Porteña".
Los vagones de pasajeros eran cuatro coches lujosos y de madera. Tenían cuatro ejes y estaban iluminados con lámparas de aceite. Albergaban a treinta pasajeros cada uno y se ingresaba por una entrada lateral, en medio de cada vagón. Aún puede verse uno de ellos, junto a la primera locomotora criolla, en el Complejo Museográfico Provincial "Enrique Udaondo" de Luján. Había también doce vagones de carga, también de madera, con capacidad para transportar hasta cinco toneladas cada uno.
La máquina vino con los primeros maquinistas: los hermanos ingleses John y Thomas Allan; quienes capacitaron a los que operarían el tren.
Algunos hechos vandálicos de los inadaptados de siempre casi frustraron el debut de la porteña. Pese a ello, todo estuvo listo para el viaje inaugural, previsto para el día sábado 29 de agosto de 1857. La jornada había amanecido soleada y prometía lo mejor. En la Estación del Parque, estaban presentes, con sus mejores galas, el gobernador Pastor Obligado, y varias celebridades de entonces: Valentín Alsina, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sársfield, Estanislao del Campo y los directivos de la concesionaria. Engalanaba el evento la presencia del cacique José María Yanquetruz, luciendo un llamativo uniforme militar argentino. Luego de la Misa, se bendijeron las locomotoras: la "Porteña" y su gemela, la "Argentina", llegada al poco tiempo, después que su hermana.
Luego del servicio religioso y de los discursos de rigor, partió la "Porteña", decorada con banderas y paños alegóricos, conducida por el italiano Alfonso Covazzi, que también ofició de fogonero. Una multitud, entusiasmada, despidió a la primera formación, que desde Plaza Lavalle se dirigía a Floresta. Al arribar el tren al entonces pueblo de San José de Flores, lo recibió una muchedumbre de curiosos, y una banda militar, con los marciales acordes de la "Marcha a Lavalle".
El viaje prosiguió, sin inconvenientes, hasta la estación terminal del recorrido, en Floresta. Allí también un numeroso público esperó al convoy. En festejo por la exitosa experiencia, la empresa homenajeó a los pasajeros con un refresco, en un restaurante cercano.
Al día siguiente, se habilitaba el servicio para el público en general. Al principio había dos frecuencias diarias en ambos sentidos. Con posterioridad, se agregó una frecuencia nocturna. El pasaje costaba diez pesos en primera clase y cinco, en segunda (en vagón descubierto). Durante ese año de 1857 el primer tren argentino transportó 56.190 pasajeros y 2.257 toneladas de carga. Más del 33 % de los entonces 170.000 habitantes de Buenos Aires habían usado el ferrocarril, en su año inaugural.
Así se introducía, en nuestro país, un moderno, económico y eficaz medio de transporte, que contribuiría a que la Argentina se posicionara, pocos años después, como un país próspero, pujante y un ejemplo para Sudamérica.
El autor es abogado e ingeniero. Autor de diversos libros sobre historia argentina.
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