martes, 25 de noviembre de 2014

El “Pato” Silva y el Tafí Viejo ferroviario

Martes 25 de Noviembre 2014.

Por: Rafael Garbero.

"Para los ferroviarios, hay dos lugares en donde nos bautizan:  la Iglesia y el ferrocarril. Porque en la Iglesia mis padres me llamaron Miguel Ángel Silva y unos años después, cuando ingresé al taller del ferrocarril, mis compañeros me apodaron “El Pato”, por mis piernas chuecas y el zigzag de mi caminar”. Así, el obrero de 77 años, se puso a contar su vida, equiparando al ferrocarril y a sus compañeros de trabajo con un templo, una religión y una familia.



Los ferroviarios tienen muchos ritos y  tradiciones. Son personas en las que viven los recuerdos; son cronistas que viajan en el tiempo; para ellos el oficio es un apostolado y no dudan en afirmar que ser ferroviario es un sentimiento.

Silva recuerda que toda su vida giró en torno a los trenes. Comenzó por órdenes de su padre –que era obrero del ferrocarril- e inició sus estudios en una escuela de oficios, que en la actualidad se llama Escuela Técnica Profesor Rafael Marino,  lindera a la Estación Belgrano,  donde se convirtió en aprendiz.  Allí continuó su carrera como oficial tornero participando en la rectificación de máquinas, calderas, vagones y trenes que llegaban de todo el país. 

El tren para Tafí Viejo es todo. En esta ciudad, ubicada a 12 kilómetros al noroeste de San Miguel de Tucumán, el vapor fue fundacional e impulsó las industrias del país, además de representar la principal fuente laboral del lugar. Como lo expresó Miguel: “aquí, en Tafí, todos somos ferroviarios; andá y preguntá en aquella casa o en la otra, vas a ver que en todas las familias, en especial los abuelos, algo tuvieron que ver con las vías”.

Cuenta que cuando era adolescente y jugaba al fútbol con sus amigos en la escuela, utilizaban la “popular pelota de trapo” y que, cuando podían, compraban en el matadero, que estaba en el pie del cerro Taficillo, una vejiga vacuna con la que improvisaban un balón visceral que era inflado por sus esfínteres y luego anudado para evitar que perdiera el aire.

 “La gran novedad llegó un día; una jornada que para nosotros fue gloriosa, memorable, porque en aquella oportunidad recibimos la visita de la esposa del Presidente. Era Evita, sí, Evita. Ella pasó por la estación de trenes y pensamos un plan para poder tomar una de las pelotas de cuero que regalaba”, comentó Don Miguel. Destacó, además, que con la obtención de la “redonda” fue como “un triunfo” y se convirtió en la primera vez que pudo jugar al fútbol, gambetear y patear al arco.

El “Pato”-así es como le gusta que lo llamen- dijo que, con el paso del tiempo, dejó de preocuparse por la pérdida de la rutina diaria del trabajo en los andenes y con las máquinas, pero que durante mucho tiempo sufrió. “Mi mayor dolor fue alejarme de ese lugar tan vivo, donde la hermandad era algo constante. Esa casa para nosotros estaba poblada de compañeros por los cuales uno podía dar la vida; ¡entre todos convivimos las mil y una!”, fue lo que mencionó cuando se refería a las bodas, los bautismos de los hijos, el fallecimiento de algún ser querido, los conflictos gremiales, los accidentes laborales, los logros y sufrimientos propios y ajenos. “Todo se compartía y todo se resolvía con la solidaridad desinteresada de los compadres”.

***

Durante años, en todo Tafí, “el despertador gratuito del pueblo” fue la sirena del taller, una potente bocina que tenía una resonancia magnífica. Un trombón cuya melodía atravesaba toda la ciudad desde el este, rebotaba en las paredes de los cerros ubicados al oeste y retornaba a cada una de las casas.

“El primer llamado se daba a las cinco de la mañana y de un tirón estaba en pie. La dejaba a mi mujer en la cama y disparaba con la bicicleta camino al taller para tomar el primer mate del día porque la costumbre era charlar con los colegas de la sección tornería”, dijo Miguel con una expresión onírica en su rostro, como si estuviera en un sueño, escuchando aquella sirena que aportaba vida a todo un pueblo.

Allí, mientras tomaban el desayuno en un rincón del galpón -cuenta Silva-, los obreros, por decisión del grupo, desarrollaban debates sobre política y temas sociales. “Siempre había uno que sabía pensar. Uno medio culto, intelectual. El que orquestaba todo era zurdo, pero bueno. Él nos impulsaba para que cada uno de los compañeros preparara una vez por semana un tema para exponer y discutir por lo que nos turnábamos de a uno por jornada”.

Esto significó para ellos una forma de aprender sobre literatura, política e historia: “era maravilloso porque muchos de  nosotros no habíamos tenido la posibilidad de estudiar estas cosas en la escuela”. Las charlas iniciaban con el desayuno, a las seis de la mañana, y se extendían por treinta minutos. Allí hablaban sobre muchos temas y siempre surgían “peloteras” y diferencias de criterio. “Esto ocurrió hasta que murió Evita. A partir de allí, las peleas terminaron y, como era obligación leer La razón de mi vida, lo leíamos juntos, capítulo tras capítulo y lo discutíamos. Claro, siempre aparecían algunos molestos por estas conversaciones. Esos que se ofuscaban por estas cosas, pero nunca llegamos a la violencia; ¡eso era lo último entre los compañeros!”.

Con “La Razón…” descubrieron, según lo manifiesta Miguel, que “La Verdad es como un péndulo cuando se detiene; puede ir hacia los lados pero siempre se pone a plomo y se detiene”. “La Razón…” les dijo que “La Verdad era única; que se tenían que unir para enfrentar a los patrones. Así era la política: el espíritu del pueblo buscaba continuar con las ideas del General y  Eva”, fue lo que expresó al recordar al libro cuya autoría se le atribuye a Eva Duarte de Perón y que se convirtió, por aquellos años, en la literatura básica destinada a toda la ciudadanía.

***

El apogeo del ferrocarril culminó  con los  sucesivos gobiernos de facto, los lineamientos económicos externos, la burocracia y el sindicalismo corrupto, que atentron contra la industria ferroviaria, cerraron talleres, cesantearon a miles de trabajadores y retiraron las herramientas, las grúas y las materias primas de los galpones.

“Al ferrocarril lo destruyeron los milicos por el afán de lucro que tenían. Algunos muchachos ya no están, otros desaparecieron. Muchos fueron castigados y los mandaron a guardar. No eran sindicalistas, eran jóvenes. Jóvenes que querían enfrentar a la patronal porque buscaba terminar con los trenes. Se rebelaban contra la injusticia social. Luchaban para evitar que cerraran la fuente laboral. Ellos querían formar familias y ser mejores, mejores en su profesión. Pobres diablos que, si actualmente vivieran, esto sería distinto, el ferrocarril existiría”, se lamentó al recordar el principio del fin de los talleres ferroviarios de Tafí Viejo, durante la represión que se inició con el Operativo Independencia en la provincia de Tucumán durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón.
Esta fue la interpretación de los acontecimientos que este viejo ferroviario realizó. Fue su manera de percibir la historia y los complejos procesos que tuvieron lugar durante  aquellos años.

***

Ayer, el mismo día que entrevisté a Miguel, pude observar en la ciudad un clima que nada tenía que ver con el Tafí del apogeo descripto.

Al alba, todo estaba oscuro. Las horas del reloj no habían dado las siete. Por las calles de Tafí Viejo se respiraba soledad. Algunos madrugadores caminaban hacia las paradas de los colectivos para ir a la ciudad o para ir a trabajar a las plantas citrícolas de la zona. La ciudad parecía cemento. Sólo los árboles aportaban vida junto al aire que olía al cítrico del limón industrial y cierto aroma a tierra en suspensión. Los cafés estaban cerrados. En el interior de las casas, las luces se encendieron de a poco y semejaban guirnaldas de destellos en las sombras. Nada tenía que ver con la vida que cobraba esta ciudad por la mañana, décadas atrás.

El destino era llegar a los emblemáticos talleres ferroviarios de la ciudad para conversar con algún obrero veterano. Camino hacia allí, se percibía con facilidad cuál es el centro de referencia en el diseño urbano de Tafí: un ramal de ferrocarril, unos gigantescos galpones y una antigua estación que, a pesar de los desguaces y el bisturí de las políticas económicas, siguen firmes y se imponen a los desmemoriados con su presencia.

Al llegar a la vieja terminal del Ferrocarril Belgrano, una barrera humana infranqueable impidió avanzar hacia las naves donde deberían encontrarse los técnicos ferroviarios. El policía controla el paso de trabajadores y de extraños. Solicita credenciales y permisos para recorrer el lugar. El acceso es denegado a todo sujeto que no vista una camisa azul estampada con el logo de la empresa. Alega que por órdenes de la concesionaria privada del polo ferroviario, todo sujeto que no integre el personal de la planta no puede ingresar, ni hablar con la “fuerza laboral”.

La prensa y los curiosos son sus presas predilectas. Sólo pueden acceder mediante una solicitud presentada y aprobada por la gerencia. El dialogo con los obreros que aún no habían ingresado al  trabajo fue interrumpido en la puerta mediante una coacción verbal: “flaco, te expliqué bien cuáles son las directivas…”, dice con tono y gesto rígido el oficial de seguridad. 

El recorrido unidireccional de regreso guiaba por un pasillo entre depósitos de chatarra, galpones de chapa, vagones y locomotoras oxidadas que emitían ruidos metálicos. Voces y susurros que hacían eco en las paredes de lata. Lo único habitado era el Museo Ferroviario administrado por un empleado somnoliento, edificios utilizados por el gobierno local para almacenar herramientas y materiales de la construcción y dependencias de la Municipalidad de Tafí Viejo que ocuparon las instalaciones de la estación. Allí, en una de sus paredes, como ironía, se presenta el dibujo de un tren, pintado de colores, con la leyenda: “Tafí Viejo es Mi Ciudad”.

Al salir, me sobrecogió un sentimiento de furia y desazón por no poder entrar a un lugar histórico. Al sitio donde trabajaron nuestros abuelos. A un espacio que es patrimonio de la Nación.

Asocié estas imágenes con el recuerdo de otra estación también olvidada, con andenes despoblados y un vacío que se escucha: la Estación Mitre de San Miguel de Tucumán. Y pensé en la tristeza que debe provocar al pasajero de un tren que parte sin familiares que acompañen la despedida, sin un amor que extienda un beso al aire, sin manos que saludan y se pierden cuando la formación se aleja.
“¿Habría alguna solución?” - pensé-. Por un hecho fortuito, minutos después, tuve la respuesta. Luego de tomar un café, al salir del bar, encontré al Pato Silva con su vecino y al consultarles por un ex empleado ferroviario que viviera por la zona para entrevistarlo, me dijo con naturalidad, “sí, hay muchos, aquí todos somos ferroviarios…”.

No importa que el tren no exista. No importa que las fuerzas de seguridad y los patrones sigan coartando nuestros deseos por volver a escuchar aquella bocina. No importa que la lógica represora no cambie. No importan los burócratas y las políticas económicas que desvalijaron al ferrocarril. No importan las falsas reinauguraciones de postal hechas por los presidentes y sus imposturas. No importan los fantasmas, ni las imágenes tétricas de olvido lastimoso. No importa que los gigantes duerman entre pastizales. Lo único valioso, lo único importante, es que las historias continúan vivas.

* Artículo publicado por los blogs ferroviarios: CRONICA FERROVIARIA  y PRESIDENTE DERQUI EN TREN. Crónica escrita para el Taller de Periodismo Narrativo dictado por el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos en la Asociación de Prensa de Tucumán. Año 2011.

http://www.lagaceta.com.ar/blogs/cuatroesquinas/617537/pato-silva-tafi-viejo-ferroviario.html

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Túneles en la Rosario oculta

Miércoles 19 de Noviembre de 2014.

Por: Eduardo Guida Bria.

Galerías subterráneas que la mayoría desconoce recorren el subsuelo de la ciudad. Desde el mítico túnel Arturo Illia hasta los dos que se encuentran en el Pasaje Pam. Los hay debajo de hospitales y otros construidos para trenes, agua y luz.



Debajo de nuestra ciudad hay un mundo desconocido. Numerosos túneles con diferentes funciones y diferentes utilidades la recorren en todas direcciones. Y la mayoría de nosotros transitamos por la superficie y no nos damos cuenta. Siempre sugiere un dejo de misterio con una partícula de aventura aquí y en cualquier lugar del mundo. Es un submundo ignorado por la mayoría de los transeúntes que caminan sin saber qué hay, qué hubo y qué ocurrió por estas arterias sepultadas en el bajo fondo. Es necesario definir lo que es un túnel, que tiene una entrada y una salida separadas y con un techo totalmente cubierto. Pero para conocer más a los túneles que cruzan nuestra ciudad debemos iniciar el camino por el más conocido: el túnel del Parque España. Se inicia transversalmente al inicio de la calle Sarmiento. Éste era utilizado por los trenes de carga hasta comenzar la década de los setenta. Y llegaba hasta la antigua Estación Rosario Central, hoy convertida en el Distrito Centro “Antonio Berni” de la Municipalidad y en la Isla de los Inventos. Hoy ha sido restaurado y abierto al tránsito vehicular. En la época en que transitaban los trenes también servía de refugio a linyeras y vagabundos que habitaban los guarda-hombres que eran espacios o cavidades formadas a los costados del túnel para proteger a quien lo transitaba mientras pasaba algún tren. Todavía se pueden observan estos marcos a lo largo del citado túnel, o más bien avenida Doctor Arturo H. Illia. Los hizo construir el Ferrocarril Central Argentino, antecesor del Ferrocarril Bartolomé Mitre, sobre planos trazados en 1876 por Alan Campbell y ejecutados posteriormente por Guillermo Wheelright. Pero la obra de perforación recién comenzó en 1887, ya que se recibían numerosos reclamos de los propietarios de inmuebles cercanos, debido al peligro de derrumbes y permanentes temblores que deberían soportar. Finalmente, se decidió iniciar la obra cuando el Ferrocarril Oeste Santafesino presentó un proyecto para tender sus vías al puerto mediante una rampa excavada en las barrancas, y el Central Argentino tuvo temor de perder el acceso al río Paraná. El túnel tuvo originalmente 800 metros de largo, luego disminuido al desmontarse las barrancas hasta la calle Sarmiento.

El interior, de ocho metros de ancho, fue revestido con sólidas murallas abovedadas de ladrillos, finalizando la obra en julio de 1888. Recordamos una anécdota referida a un tal Félix Castro, un vagabundo, figura popular en la zona céntrica durante los años treinta, que era detenido frecuentemente en las redadas policiales. En una de las tantas ocasiones en que fue llevado a la Comisaría 2ª, le reclamó al titular de aquella seccional, Lorenzo Maronna, la causa de su detención, ya que según él mismo se trataba de un pacífico vecino domiciliado en la calle Sarmiento 210. Sorprendido Maronna con tal afirmación, despachó a esa dirección a un oficial para verificar su exactitud, no tardando éste en comprobar, a un costado de la entrada del túnel, tener clavado un cartón con el referido número. Esa era su casa, alegó, de modo que no podía llamárselo vagabundo como se le enrostraba, para privárselo de su libertad. Finalmente quedó detenido en la seccional correspondiente. En la década de los años setenta fue convertido en confitería bailable, que tenía entrada por Sarmiento y se extendía 40 metros adentro del túnel. El boliche se llamaba casualmente “Tunelmanía”. Transversalmente a este túnel, había cinco galerías abovedadas, totalmente cubiertas de ladrillos vistos y de unos 30 metros de largo. Hoy son parte del Complejo Cultural Parque España. Las tres más cercanas al ingreso funcionan como galerías de exposiciones, y las dos restantes, una como microcine y sala de conferencias, y la otra como biblioteca/videoteca y oficina administrativa.

Otros túneles emblemáticos

En Peatonal Córdoba 954, precisamente en el Pasaje Pam, se cuenta con dos túneles paralelos, con techos abovedados, a los cuales se baja por una escalera cercana a la peatonal y se puede salir por el mismo lugar o por el extremo opuesto ubicado sobre el primer patio de ventilación-iluminación de la galería que se prolonga hasta calle Santa Fe. Este sitio data de 1899 y el túnel de la derecha es sede de la Sociedad de Artistas Plásticos, y el de la izquierda, conocido como el túnel de los Arquitectos, dependiente del Colegio local, funciona como auditórium y sala de exposiciones.

Encontramos otro túnel que cruza por debajo de la calle Suipacha, entre San Lorenzo y Santa Fe, y une el Hospital Provincial del Centenario y el Instituto Psiquiátrico Dr. Agudo Ávila. El Hospital cuenta con una planta subterránea en toda la superficie de su construcción, que une todos los pabellones que constituían el proyecto original. Un túnel cruza por debajo de la calle Suipacha y une esta planta con el Instituto Psiquiátrico Dr. Agudo Ávila que se encuentra enfrente. Este túnel fue construido para trasladar desde la cocina central del hospital la comida para los internos del psiquiátrico. Otro túnel es el del Hospital Italiano Garibaldi, que une éste con el policlínico. Ambos están unidos por debajo de la calle Entre Ríos. Este túnel consta de tres tramos articulados entre sí por ángulos de noventa grados y tiene una longitud total de 85 metros.

Actualmente en uso. Desde la planta potabilizadora de agua del barrio Lisandro de la Torre que se ubica por bulevar Avellaneda, el agua clorada ingresa a un ducto de 2,6 metros de diámetro a 9 metros de profundidad, va por calle Vélez Sarsfield. En la esquina de Monteagudo y pasaje Vértiz hay elemento metálico mal conocido como el “último farol a gas”, con la función de columna de ventilación del citado acueducto, cruza toda la ex playa ferroviaria, sigue por avenida Ovidio Lagos y por ésta hasta bulevar 27 de Febrero, llegando finalmente a Italia y Ocampo, donde está uno de los tres grandes depósitos de agua de la ciudad, de origen ruso. Sobre la avenida Belgrano, cercano al Anfiteatro Municipal “Humberto De Nito”, ubicamos la placa bajorrelieve de “El Sembrador” que cierra la boca de un túnel, por donde se hizo el primer embarque de trigo argentino a puertos europeos en 1878. Estaba comunicado el citado túnel con la Estación del Ferrocarril Oeste Santafesino que aún se erige por calle Chacabuco y su intersección con 9 de Julio. Esta línea ferroviaria unía Rosario con Colonia Candelaria, hoy la pujante ciudad de Casilda. El bajorrelieve es obra del escultor Lucio Fontana, con quien colaboró, Raúl O. Palacios. Diseñado en 1942, fue donado por el entonces intendente de nuestra ciudad, Agustín Maza.

También en la esquina de las calles Buenos Aires y Mendoza existe un ducto eléctrico que desciende varios escalones y se hace túnel abovedado de un ancho de 1.60 metro, dobla y llega hasta la calle Laprida. Conduce cables de media tensión. Una tapa de salida frente al Teatro El Círculo es otro ingreso al mismo. Esto que pareciera sorprendente de este mundo subterráneo, es sólo el comienzo de una ciudad generosa que guarda muchos secretos muy bien guardados que seguiremos descubriendo todos los días.

http://www.elciudadanoweb.com/tuneles-en-la-rosario-oculta/

lunes, 3 de noviembre de 2014

De pie, pese al abandono

03 Nov 2014.

Alberto Horacio Elsinger
LA GACETA
aelsinger@lagaceta.com.ar


ESTACIÓN | TRANCAS

Hace 129 años se inauguró la estación Trancas del Ferrocarril Central Norte. Hoy, el edificio sigue en pie, pero está inoperable.



Ojos de cielo. Mirada nítida y hablar cansino pero sin pausas. Victoria Alberta Kairuz evocó las épocas de oro del ferrocarril en la estación Trancas, del departamento homónimo. “El progreso se notaba en los alrededores del predio ferroviario. Todo el movimiento comercial, laboral y social sucedía en torno a la parada ferroviaria. Pero cuando este transporte público dejó de funcionar, el mundo se nos vino abajo. Nada volvió a ser igual. Y esta zona -ubicada al oeste de la avenida Sarmiento, paralela al predio ferrocarrilero- se estancó; Hace un par de años que podemos contar con gas y TV por cable”, opinó la docente jubilada, que reside a metros de la construcción inglesa, sobre Maipú, y que según la historia oficial, fue inaugurada el 31 de mayo de 1885.

Otros tiempos

El traqueteo de los trenes de pasajeros; el chirriar de los vagones de cargueros y los inoportunos silbatos de las máquinas a vapor o las bocinas de las diesel en las madrugadas, sólo viven ahora en la memoria de los adultos mayores, de esta población, ubicada a 65 kilómetros al centro norte de la capital tucumana.

A los 85 años, Victoria, que es soltera pero madre del corazón de una mujer y “tía mamá” de un sobrino -que la protege y atiende en un presente hecho de ausencias-, describe con didáctica precisión el paisaje de esos tiempos: “mi madre me contaba que cuando el ferrocarril llegó a Trancas, la vida económica, social y cultural de aquí cambió notoriamente”. “El pueblo creció en torno a la estación -añadió-. El día que llegó la máquina a vapor con tres vagones, la gente no podía creerlo. Incluso realizaron una gran fiesta que contó con la presencia de importantes personalidades de la provincia. La alegría se notaba en el rostro de los lugareños. Las tierras para el terraplén y la estación fueron donadas por agricultores y ganaderos tranqueños”.



El predio ferrocarrilero, hoy colmado por matas y yuyos, con el edificio de viajero vetusto y abandonado, pero salvado de la depredación, se encuentra al oeste de Trancas. Por la vieja traza de la ruta nacional N° 9 hay que dirigirse hasta el acceso a la Villa Estación Trancas, girar a la derecha por calle Hipólito Yrigoyen y por esa arteria dirigirse hasta el 900, donde se encuentra el paso a nivel norte.

Increíble descripción

La estación cuenta con un elevado terraplén, que se puede observar desde una de las calles laterales de la plaza General San Martín, donde se encuentra la terminal de ómnibus de esa localidad.

En el rectángulo de la parada se distinguen, pese al yuyaral, tres vías: una principal y dos accesorias. Aún se encuentran los depósitos. Uno de material, más amplio, alto y grande, que el que se encuentra hacia el norte del edificio de viajeros, construido con chapas y estructura de hierro y madera. En el interior, incluso, se percibe la presencia de una zorra.

Al frente del depósito de material se encuentra una vivienda ocupada por dos mujeres, que cuentan con dos inmensos y furiosos perros que impiden que alguien se acerque por ese acceso ascendente desde la Rivadavia hacia el terraplén para poder cruzar hacia la Sarmiento.

Sin nombre

Pero lo más curioso es que los techos aún mantienen todos sus tirantes y tejas, aunque las telas de arañas abundan en toda la superficie interior. Los únicos que no están son los carteles nominadores de la parada, de ambos lados de la estación, con la palabra Trancas.



La galería sobre el andén sigue deteriorándose pero no se desmorona. Los bancos de madera para la espera de los usuarios se encuentran, según parece, en el interior de la construcción, que todavía cuenta con ventanas con vidrios intactos.

Aún más, el parante de hierro para sostener el vía libre que el maquinista debe asir al arribar a la parada, sigue firme. El juego de palancas para los cambios de las señales de ingreso y egreso a la estación, ubicadas a 300 metros de la casa de los viajeros, continúa en pie, aunque oxidado e inoperante.

Clausurados

Unos metros hacia el sur se encuentran los baños. Están clausurados. El lavatorio y el bebedero fueron semidestruidos. Y el piso del andén de casi 400 metros se mantiene en un 85 %. Sólo hay dos tramos mas bien medianos que carecen de piso.

En la tercera vía, de la playa, se divisan tres vagones abiertos con residuos plásticos y papeles en desuso. Presentan algunas deficiencias en el frente y puertas, fruto de la malicia o negligencia de quienes no saben cuidar ni lo propio.

El edificio tiene ciertas similitudes con las estaciones de Villa Muñecas -que ya fue demolida- y Las Cejas -aún existente-. Además, la construcción conserva hasta las empalizadas de hierro de ambas alas. Asimismo al fondo, hacia el sur, se divisa el tanque de agua. Un poco deteriorado y herrumbrado y en completo desuso.

“Por acá pasaban el Internacional, el Norteño, El Cinta de Plata y el coche motor, que anduvo poco tiempo a Güemes, Salta. Al menos veíamos entre tres y cuatro cargueros. Hoy pasa alguno de vez en cuando”, contó Gabriel Bernardo Fernández, de 76 años, jubilado ferroviario que visitaba a su hija.

El sol no da respiros en la calurosa jornada. Un lanzallamas imaginario nos quema la piel y la tristeza parece dominar el solitario lugar, que en otro tiempo fue una romería de gente. El regreso del tren es como la esperanza. Siempre está latente.

PROLONGACIÓN.- La prolongación hacia el norte de la primera línea ferroviaria que llegó a Tucumán -31 de octubre de 1876- comenzó en 1880 y brindó a la provincia un eje norte-sur, que siguió casi el antiguo camino que conectaba al Perú con el Río de La Plata.

SIMULTÁNEO.- La vía del Central Norte llegó a Güemes (Salta) en 1888. Allí se bifurcó hacia Salta y hacia Jujuy, a ambas ciudades el riel llegó en forma simultánea en 1891.

TESTIMONIO.- Las telas de arañas y el polvo cubren los techos de la estación Trancas. A pesar de ello aún se mantienen firmes todavía (foto).

OTROS TRAZADOS.- El recorrido Güemes (Salta)-La Quiaca (Jujuy) se realizó en 1908; Pichanal-Oran (Salta), en 1911, Metán-Joaquín V. González, en 1924 y Perico (Jujuy)-Pocitos (Salta), en 1931.

http://m.lagaceta.com.ar/nota/614546/sociedad/de-pie-pese-al-abandono.html

Cipolini visitó la obra del Museo Ferroviario Gral. Manuel Belgrano

 03/11/2014.

Municipalidad de Sáenz Peña

En la mañana de este lunes, el jefe comunal saenzpeñense recorrió la obra que, según adelantó, aspira a inaugurarla antes de fin de año. "Es un reconocimiento hacia los trabajadores que dedicaron muchos años para que el Ferrocarril fuera la herramienta formidable del progreso saenzpeñense", dijo.


Gerardo Cipolini, intendente de Sáenz Peña.


Gerardo Cipolini, mientras estuvo recorriendo la obra del Museo Ferroviario General Manuel Belgrano, expresó que este emprendimiento se lleva a cabo mediante una Ordenanza que en su momento fuera aprobada en el seno del Concejo Deliberante. Asegurando que dichas instalaciones tendrán una primera etapa modesta, pero que se convertirá en atracción con el tiempo.

"Lo siento como un homenaje de los saenzpeñenses hacia el Ferrocarril, puesto que el mismo forma parte de nuestros orígenes. En la coincidencia con el Regimiento fundador y las vías férreas, surgió esta ciudad que hoy es el orgullo de los saenzpeñenses; y sentíamos que les debíamos a los ferroviarios y al sistema en sí un homenaje. Esto es un reconocimiento hacia los trabajadores que dedicaron muchos años para que el Ferrocarril fuera la herramienta formidable del progreso saenzpeñense", agregó.

"Aspiramos a que en este museo haya material rodante del ferrocarril", afirmó el  intendente de la Ciudad Termal. Sosteniendo que, merced a la generosidad de algunos funcionarios, se recibieron muchos elementos que van a estar en exhibición. "Pretendemos inaugurarlo antes de fin de año. Queremos consolidar a Sáenz Peña como ciudad turística, por lo que tenemos que ofrecerles a quienes nos visitan puntos de interés y atracción”, finalizó Cipolini.

http://www.chacodiapordia.com/interior/noticia/92024/cipolini-visito-la-obra-del-museo-ferroviario-gral-manuel-belgrano